Un “pecho” inflado de triunfos

6 12 2009

La trayectoria de la sensación cordobesa

José María “Pechito” López es uno de los máximos exponentes que ha dado el automovilismo argentino en esta última década. Fanático de los “fierros” desde muy pequeño, el cordobés, que seguramente participará en la Fórmula1 a partir del año próximo, acaba de lograr el bicampeonato de TC 2000 y ahora va por las otras dos coronas de las categorías nacionales más importantes (TC y Top Race V6 ), algo que ningún piloto ha podido conseguir hasta el momento.

“Pechito”, quien heredó el apodo por su padre Osvaldo “Pecho” López, nació el 26 de abril de 1983 en la localidad cordobesa de Rio Tercero. Su pasión y afición por los autos lo llevaron a tener que viajar a Europa en 1998 a competir en Kartings con tan sólo 14 años. Tras buenas actuaciones en esa categoría, en 2001 pasó a competir en la Fórmula Renault 2000 y al año siguiente ingresó al equipo CRAM y se adjudicó el Campeonato Italiano de Fórmula Renault 2000.  

En 2003, tras lograr el Torneo de Fórmula Renault V6 Europea, el equipo Renault de Fórmula 1 lo convocó para incluirlo en un programa de desarrollo de jóvenes pilotos. Luego de buenas demostraciones, la escudería Minardi lo invitó a probar su F1 durante dos días en un circuito italiano.En 2006 dejó de formar parte del equipo de pruebas de Renault F1, luego de un exitoso andar de cuatro años. Un año más tarde regresó a la Argentina, en donde compitió por primera vez en el Turismo Competición 2000 (TC 2000) integrando el equipo Honda Racing a bordo de un Honda Civic. En 2008 López obtuvo el campeonato de esa categoría con cuatro victorias y ocho pole positions.

Para el 2010 está prevista su participación en la Fórmula 1  en el equipo USF1, que hará su debut en la máxima categoría del automovilismo mundial, lo que implica todo un desafío para “Pechito”. Ahora solo resta seguir de cerca los pasos de este piloto que dejó de ser una promesa para transformarse en una realidad.                                                                                                                                                                      

Por Pablo Maycock

 





Hernández, el mago de Los Pumas

28 11 2009

“Juan Martín Hernández es el mejor jugador del mundo”. De esta manera, Marcelo Loffreda, ex director técnico de la selección argentina de rugby, define al jugador formado en el club Deportiva Francesa. Al parecer, el entrenador no es el único que piensa así, ya que el rugbier no para de recibir elogios cada vez que pisa una cancha.

Juan Martín Hernández nació en 1982 y a los cuatro años ya jugaba con una pelota ovalada, por lo que no sorprende el nivel de juego que muestra en la actualidad. Toda su familia respira rugby y se lo inculcaron de pequeño. “Desde que mi mamá me tenía en la panza ya me paseaba por el club. Desde muy chico el rugby es parte importante de mi vida”, afirma el apertura.

Con sus 27 años, “Juani”, como le dicen sus allegados, ya cuenta con dos títulos en la liga francesa, obtenidos con el Stade Francais en 2003 y 2007, y con el tercer puesto conseguido con Los Pumas en el Mundial de Francia 2007 como logros más relevantes. Además fue considerado el mejor jugador de la liga gala en los últimos dos años.

Su velocidad mental y física, la precisión de sus patadas y el manejo del ritmo de los partidos lo convierten en un mago del rugby. Sin embargo, si bien Juan Martín es puro talento, también pone sus 188 centímetros y sus 90 kilos al servicio del equipo a la hora de rasparse. Según él, la frase que más recuerda durante los partidos es: “Las canchas no se ensucian con el sudor, se bañan con sangre”.

Stephen Jones, prestigioso periodista galés, escribe una columna de rugby en el diario inglés Times y durante el año pasado realizó un ranking de los diez mejores aperturas de la historia de este deporte. Incluyó a Hernández en el primer lugar, ya que considera que “el argentino vino de otro planeta”.

Por Pablo Gallardo





Leandro Romagnoli, un talentoso que ha retornado al barrio de Boedo

18 11 2009

 

El hábil enganche ha regresado al fútbol argentino para mostrar nuevamente su exquisitez futbolística.

El hábil volante ha vuelto de Europa para tratar de conseguir más títulos con San Lorenzo

“Soy un pibe tranquilo, responsable y de perfil bajo, con defectos y virtudes”, afirma ,en forma de presentación, el nuevo enganche de San Lorenzo Leandro Romagnoli, quien se encuentra sentado en el living de su departamento de Parque Chacabuco rodeado por la cariñosa compañía de sus dos hijas y de su esposa.

 

La infancia del “Pipi” azulgrana

“De chico era medio quilombero, me escapa de mi casa. En la escuela era  medio “vagoneta”, ya que no me gustaba ir. Igualmente, decía que quería ser abogado, pero como había que estudiar mucho y, además, fue apareciendo lo del fútbol, esa idea no prosperó. En el colegio también hacía líos y cuando estaba en el  Instituto Estrada (secundaria) me quisieron echar. Mi vieja tenía que salir a buscarme por todos lados. Con el paso del tiempo, cambié y me tranquilicé”, relata el mediocampista azulgrana nacido el 17 de marzo de 1981 en el barrio porteño de Villa Soldati. Su apodo, “Pipi, fue impuesto por su hermana Natalia, quien a los 3 años no sabía cómo llamar a su hermano Leandro y optó por ponerle ese sobrenombre.

“A los 5 años fui a jugar baby fútbol al club Franja de Oro (Pompeya). En ese lugar, apreció un técnico llamado  Clemente “Toto” Bergh, de San Lorenzo, que se llevó a cinco jugadores de distintas categorías, entre los que estaba yo”, recuerda Romagnoli, con un tono de voz nostálgico, sobre los inicios en el mundo del balompié. A los siete años arrancó en San Lorenzo y de ahí no paró hasta llegar a primera. Su mamá, Rita, era quien lo llevaba al club de sus amores, el cual se encontraba apenas a cinco cuadras de su casa. “Mi viejo (Atilio) es de Huracán y, además, jugó profesionalmente en se club. Después también lo hizo en Deportivo Morón y en Deportivo Riestra. A pesar de sus sentimientos, siempre me siguió a todos lados y nunca me exigió ser hincha del equipo del que él era”, resalta el volante de un metro setenta de estatura.

 

La primera etapa en el club de sus amores

El instante en que lo llamaron desde la Primera del equipo de Boedo significó un hecho importantísimo para Romagnoli. En ese momento se encontraba en un selectivo de Tercera. Como faltaba una fecha para que el campeonato (Apertura 1998) de Primera finalizara y muchos de los futbolistas que eran titulares ya estaban de vacaciones porque el equipo no peleaba por nada, Oscar Ruggeri, el técnico que recién había asumido, subió a muchos pibes de Tercera, entre los que estaba el talentoso enganche, para que concentraran. “Era un grupo de veinticinco jóvenes. Cuando  comunicó  que yo iba estar entre los dieciséis que iban a formar parte del partido frente a Racing, la verdad no lo podía creer. Era el último jugador que confirmó en el banco.”, rememora con una sonrisa en su rostro el flamante “10” de San Lorenzo.

El destacado nivel futbolístico que alcanzó Romagnoli le permitió esgrimirse como gran figura de su equipo. Con su importante presencia, San Lorenzo pudo alzar el campeonato Clausura 2001, la Copa Mercosur 2001 y la Sudamericana 2002. Sin embargo, la carrera de Romagnoli también tuvo momentos fatídicos, por ejemplo, las largas inactividades sufridas por las roturas, en dos oportunidades, del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. “Las lesiones son el momento más duro en la carrera de un futbolista, sobre todo cuando estás mucho tiempo parado. Uno siempre quiere estar activo y jugando. En esos momentos, me apoyé en mi familia y mis amigos”, recuerda con tristeza Romagnoli.

 

Su paso por tierras aztecas y  portuguesas

A fines de 2004, el hábil volante decidió continuar su carrera en el Veracruz de México, junto a su señora y a su hija Martina, quien era recién nacida. “Me fui a México porque pensé que ya había cumplido un ciclo en San Lorenzo. Me costó adaptarme por la variedad de climas de cada cuidad en la que vas jugando  y porque el club en el que estaba no era competitivo. También no fue fácil acostumbrarme al picante que le ponen a las comidas”, recuerda Romagnoli sobre su estadía en el país azteca.

Luego de ese paso por suelo mexicano, el enganche se fue al Sporting de Lisboa de Portugal para continuar su carrera y poder conseguir una revancha personal, ya que no había sido buena su performance futbolística en tierras aztecas. Al principio, la situación parecía no variar, pero “la varita de las suerte” tocó nuevamente a Romagnoli y su panorama cambió. “Faltando seis meses para que el préstamo mío venciera, comencé a jugar seguido, salimos campeones de la copa de Portugal y el club decidió comprarme, firmando un contrato por tres años. A diferencia de México, la adaptación fue buena. El idioma al principio no lo entendés, pero después te acostumbras. La vida es parecida a la de acá y la comida es muy buena”, explica el tatuado futbolista, quien paradójicamente se hizo amigo en ese lugar de Leandro Grimi, un ex jugador de Huracán.

“Si bien en el exterior estuve con mis hijas y mi señora, uno extraña a los padres, a los amigos. El estar acá se anhela mucho”, destaca el hábil volante sobre su estadía en el exterior del país.

 

Las pasiones de su vida: su familia y los tatuajes.

A manera de homenaje, Romagnoli tiene tatuados en su pecho el rostro y el nombre de sus padres. Asimismo, cuenta que posee grabados en su cuerpo el nombre de sus dos hijas (Mía y Martina), el de su señora (Celeste), el de su hermana y sus sobrinos, entre otros más. “Mis tatuajes son más de veinte. Ya perdí la cuenta. Un día tengo que ponerme a contar en concreto cuántos tengo”, añade el talentoso enganche, con una soltura y tranquilidad similar a la  que suele mostrar cuando entra al campo de juego y que también evidencia cada vez que se pone a jugar al playstation 3 con un grupo de amigos.

 “Ser papá es algo que no te olvidas nunca. En el primer parto había estado presente y fue algo muy especial. El de mi segunda nena no lo presencié porque estaba concentrado (en Sporting de Lisboa). Me dejaron ir treinta minutos para que pudiera verla. Es algo hermoso. Aunque a mí me hubiese gustado tener solamente dos hijos, sería lindo poder tener un nene”, subraya el futbolista, con una cuota de esperanza en su rostro. Por otro lado, afirma durante el poco tiempo que está presente en su casa, producto de los entrenamientos y las concentraciones, trata de estar lo más que puede con nenas y su esposa. Para Romagnoli la familia ocupa el primer lugar de su vida, ya que constituye el sostén que siempre apoya, en las buenas y en las malas.

 

La charla llega a su fin y el volante se despide en el hall del edificio en que vive. Con la misma esperanza con que debutó allá por 1998, este humilde y sencillo joven nacido en Soldati  intentará guiar al club de Boedo en la búsqueda de títulos, con el apoyo fundamental de sus seres queridos, tratando de revalidar la chapa de ídolo que ya se ha ganado entre los hinchas del equipo de sus amores y, además, poder llenar de belleza al juego del fútbol local, que festeja con ansias el regreso del “Pipi” Romagnoli.

Por Maximiliano Espejo





La magia que no se olvidará jamás

10 11 2009

Guille Coria

Ahí va Guillermo Coria, el “Mago”, como se lo conoce públicamente. Entra en la cancha con su raquetero cargado sobre la espalda, su gorra blanca hacia atrás y con el conjunto deportivo adecuado para comenzar a jugar. Dueño de un porte físico increíble, de pelo semi-largo y de un caminar acelerado, ingresa en el court envuelto en una ovación por parte del público que sólo quiere verlo jugar para deleitarse con sus grandes habilidades tenísticas. La descripción no puede ser mejor. A meses de su retiro, la magia y el talento que derrochaba cada vez que tomaba una raqueta aún se extrañan.

Guillermo Sebastián Coria nació un 13 de enero de 1982 en la ciudad de Rufino, provincia de Santa Fe. Es el hijo mayor de los tres que tuvieran Oscar y Graciela, y tiene dos hermanos, Román y Federico con los cuales se lleva muy bien. “Es un tipo fenomenal, una persona bárbara en todo sentido”, comenta Federico. Su padre, quien le enseñó a jugar al tenis desde muy pequeño, señala: “Guille pasaba varias horas peloteando en el frontón y a veces se metía en una cancha para que alguien le tirara pelotitas”. “Mi papá es profesor de tenis y él me puso Guillermo por Vilas, además, me puso la raqueta como juguete desde que era chiquito”, confiesa el “Mago”, quien entre otras cosas admite tener de ídolo a Andre Agassi, el extraordinario tenista estadounidense.

A los 19 años el santafesino anhelaba un futuro lleno de logros para su carrera, al respecto declaraba: “Mis principales metas como jugador profesional, a corto plazo, son jugar la Copa Davis y finalizar esta temporada dentro de los mejores 25 tenistas del mundo”. Y agregaba: “Además me propongo ganar Roland Garros algún día    y llegar a ser número uno del mundo”.

Coria se destacó en juveniles y fue campeón de Roland Garros junior en 1999 tras vencer a David Nalbandian en la final. En 2001 sufrió una suspensión de siete meses luego de haber dado positivo con la sustancia nandrolona, tras un control antidoping en Barcelona. Se casó en 2003 con su novia de la infancia, Carla Francovigh, y estuvo a un paso de cumplir su sueño de ganar el abierto parisino entre los mayores, allá por 2004, cuando en la final del torneo perdió un partido insólito ante Gastón Gaudio. Aquella dura derrota fue un mazazo del que nunca se pudo recuperar.

El 3 de mayo de 2004 y a semanas de que hiciera su presentación en Roland Garros, Guillermo Coria logró lo que ningún otro tenista argentino, desde Vilas o Clerc, había podido conseguir hasta el momento: Ser número tres del mundo.

En total obtuvo nueve títulos en su carrera, entre ellos los Masters Series de Hamburgo en 2003 y Monte Carlo en 2004. Participó en tres ocasiones del Torneo de Maestros que se realiza todos los años y en el cual participan los ocho mejores tenistas de la temporada. Además posee un record de 218 partidos ganados y 114 perdidos en toda su carrera.

Lesiones, desconfianza y falta de motivación llevaron a Coria a tener que tomar la dura decisión de despedirse del tenis. Fue así que el 28 de abril de 2009, a los 27 años, comunicó a través de una conferencia que abandonaba definitivamente su profesión. Sus palabras fueron: “Estoy contento con todo lo que hice, pero ya no estaba disfrutando, así que de nada servía que siga”.

De este modo la magia se acababa y el mundo del tenis se despedía de uno de los jugadores más talentosos que pudo haber existido.

          Quedó a un paso de la gloria

762076

Era la única vez en la historia que se enfrentaban dos tenistas argentinos en la definición de un Grand Slam. Aquél fatídico, insólito e inolvidable partido para Guillermo Coria ocurrió el 6 de junio de 2004. Tras ir aventajando a su rival, Gastón Gaudio, por dos sets a cero, el santafecino perdió el control del encuentro y lo terminó perdiendo más por errores suyos que por aciertos del rival.

Coria ganaba 6-0 y 6-3 en los dos primeros parciales, pero molestias físicas, desconcentración, nervios y una levantada en el juego de Gaudio hicieron que al Mago se le escape la oportunidad de ganar por primera vez Roland Garros. Incluso tuvo dos match points en el quinto y último set pero no aprovechó las chances y lo pagó con la derrota.

Tras el partido y con sus ojos achinados por el llanto, el por entonces n° 3 del ranking mundial se acercó a brindar la conferencia de prensa para los periodistas allí presentes. En la misma declaró: “La derrota de hoy me hará más fuerte para seguir adelante, no pienso bajar los brazos”.

Por otra parte señaló que la caída le dolió muchísimo porque le había prometido a su familia, después de la suspensión por doping que sufrió en 2001, que iba a demostrarles que era un gran jugador ganando Roland Garros. Al respecto y con lágrimas en los ojos, declaró: “Me duele muchísimo haberles fallado”. Por último dejó en claro: “Voy a seguir adelante, ganando y peleándola porque tengo huevos, que nadie tenga dudas de eso”.

                                                                                                                                                                                            Pablo Maycock





Corleto, un referente del rugby

20 10 2009
El "Nani", una de las figuras del Mundial De 2007

El "Nani", una de las figuras del Mundial de 2007

«El rugby es respeto, amistad, compañerismo, lealtad y salir adelante de las derrotas», esa fue la definición utilizada por Ignacio “Nani” Corleto sobre el deporte que él ama. Luego de conseguir la medalla de bronce en el Mundial de 2007 Agustín Pichot explicó: “El try de Corleto coronó una gran tarea colectiva de Los Pumas y gracias a eso terminamos ganándole a un durísimo rival como lo es Francia”.

Nació el 21 de junio de 1978 en Buenos Aires y es un jugador profesional argentino de rugby. Su posición en el equipo es generalmente la de fullback, aunque a veces juega de wing. Debutó en el club argentino C.U.B.A. y en la selección nacional el 15 de septiembre de 1998 en un test match contra Japón, en esa oportunidad jugó de wing. Luego pasó al rugby francés y vistió la camiseta del Narbonne y del Stade de France, en el cual disputó su último partido el 3 de noviembre de 2007.

Fue uno de los jugadores «revelación» en el plantel argentino que disputó el Mundial de Gales 1999 y también tuvo una notable actuación, conjuntamente con sus compañeros de la Selección Argentina, en el Mundial de Francia 2007, en el cual consiguieron la medalla de bronce al derrotar al equipo anfitrión. Luego del logro conseguido Corleto señaló: «Hicimos lo que debíamos. Jugamos muy bien, atacando con pelotas recuperadas. Todo lo conseguimos con el corazón y con muchas ganas. Sabíamos que este equipo tenía que irse con una victoria».

Hace poco el fullback de Los Pumas expresó: “No descarto dejar el rugby”. De hacerse esto realidad, dejaría este deporte un jugador referente y que siempre dejó todo por la camiseta argentina.

Por Adrián García Rodríguez





Una vida dedicada al hockey

7 10 2009
Sergio Vigil, actual entrenador de "Las Vikingas" en River

Sergio Vigil, actual entrenador de "Las Vikingas" en River

“Para mí ganar no es sólo levantar una copa, sino poder superarse cada día”, dijo Sergio Vigil en su llegada como coordinador general y entrenador de hockey al club River Plate. Laura Aladro, arquera del representativo millonario de hockey, apodado Las Vikingas, afirmó: “Sergio es uno de los mejores entrenadores que tuvimos, por su gran conocimiento, humildad y espíritu de grupo que nos brinda día tras día”.

Vigil, también conocido con el apodo de Cachito, es un jugador de hockey sobre césped retirado, que luego se convirtió en entrenador de dicho deporte. Se enamoró del hockey a los 9 años, en el club Ciudad de Buenos Aires. «Fue quizá por casualidad, porque en el mismo lugar donde jugábamos al fútbol, se hacía hockey y un día me di cuenta de que me llamaba más pegarle a la bocha que patear la número cinco», reconoció el entrenador, quien nació el 11 de agosto de 1965 en la Capital Federal. A los once años descubrió que no sólo soñaba con jugar y llegar al seleccionado, sino que también tenía vocación de docente. «Yo iba a ver los partidos de los más grandes para aprender. En ese momento jugaban Marcelo Garrafo, Julio Jufré y Aldo Ayala, todos de la selección, a quienes yo admiraba. Y un día noté que le prestaba mucha más atención al entrenador que a ellos. Me fascinaba escuchar las indicaciones», recordó Vigil con un poco de emoción en su cara. A los 15 integró por primera vez el Seleccionado Juvenil de Buenos Aires. A los 17 debutó en primera división. A los 18 se convirtió en campeón con su club y lo convocaron para integrar la Preselección Junior Argentina. A los 19 jugó su Primer Panamericano en Orlando y obtuvo la medalla dorada. A los 29, en agosto de 1985, jugó el Mundial en Vancouver (Canadá), donde logró la séptima ubicación. A los 31 concretó el gran sueño de su vida, que fue entrenar al seleccionado femenino de hockey sobre césped.

En 1997 fue nombrado entrenador de Las Leonas, el conjunto nacional de hockey femenino. El actual entrenador de Las Vikingas agregó: “El objetivo en ese momento era que la Argentina fuera un equipo top, que vaya a todos los torneos y juegue todas las semifinales. A partir del 2000 dije que la Argentina tenía que ser el campeón de la década y el equipo más ganador”. Después de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, Vigil abandonó el seleccionado femenino, trasladándose al seleccionado masculino, como sucesor de Jorge Ruiz. En febrero de 2008 renunció al cargo de entrenador del conjunto nacional de hockey masculino. “La decisión fue anterior e independiente de si clasificábamos o no a los Juegos Olímpicos. La etapa que me tocó con los chicos fue especial. Esos 2 años fueron como 7 y fueron momentos de decisiones difíciles y en algún caso traumáticas que llevaron a un desgaste. Aprendí algo importante que es que hay entrenadores para determinados momentos de los seleccionados y yo creía que en pos del crecimiento del equipo, aunque me doliera, yo no debía estar pero el resto del cuerpo técnico sí. Ahora, los chicos ya explotaron, salieron terceros en el Champions Trophy y siento que se va a venir un gran momento para el hockey masculino”, explicó Cachito.

El preparador físico de la primera división de hockey en River, Adrián Coppari, definió la personalidad de su amigo Sergio Vigil: “Es un hombre al que le gustan los desafíos, pero no acepta el triunfo sino es en base a valores y al juego limpio. Su punto débil es cuando habla de sentimientos y gente querida, ya que se emociona”. El ex entrenador de las selecciones nacionales de hockey, siempre con su vestir deportivo, pelo corto, piel bronceada por la cama solar y voy fuerte, describió su teoría sobre si los equipos de mujeres son más complicados que los de varones: “Yo creo en la mujer y me parece que no es complicada sino compleja. Esto se debe a su naturaleza psicofísica y al bombardeo externo del medio hacia ella que le hace generar inseguridad. Cuando va a una discoteca se fija en los hombres pero también en las otras chicas para compararse y de acuerdo a eso tiene mayor o menor autoestima. Hay que darle a cada una su lugar para que descubra la belleza y la inteligencia que posee, y comprender que la mujer es ciclotímica por motivos fisiológicos, que necesita ser escuchada, y que ella espera que vos descubras lo que le pasa. Cuando aprenden a estar en un mundo donde se la valora y se la respeta, lo complejo pasa a ser un potencial increíble y así se arman grupos indestructibles”.

En su vida diaria tiene en cuenta que lo más importante son los valores y no se negocian. Seguramente fue uno de los mejores entrenadores que tuvo el seleccionado nacional femenino de hockey sobre césped, debido a la gran cantidad de logros que consiguió.

Un entrenador con trayectoria

Antes de tomar la conducción técnica de las Vikingas, Vigil logró diversos títulos como entrenador de Las Leonas: en 1999 campeón de los Juegos Panamericanos en Winnipeg, en 2000 medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Sydney, en 2001 campeón Champion Trophy en Amsterdam, en 2002 campeón Mundial en Perth, en 2003 campeón de los Juegos Panamericanos en Santo Domingo, en 2004 medalla de bronce en los Juegos Olímpicos en Atenas y en el Champion Trophy en Argentina. Además consiguió otros títulos con el seleccionado nacional masculino de hockey: en 2006 campeón en los Juegos Odesur, en 2007 medalla de plata en Juegos Panamericanos en Río de Janeiro y campeón en el Champions Challenge Men de Antwerp – Boom.

Por Adrián García Rodríguez





Felipe Contepomi: talento y garra Puma

30 09 2009
El polifuncional puma, un símbolo del tercer puesto en Francia 2007

El polifuncional puma, un símbolo del tercer puesto en Francia 2007

 “Este pibe va a ser un crack. Se le nota por todos lados”, decían quienes contemplaban los partidos de Felipe Contepomi, capitán y figura del seleccionado de rugby argentino, en sus inicios en el Club Newman.

“Dr Phil”, como lo llaman en Irlanda, nació el 20 de agisto de 1977 en Buenos Aires. La pasión por el rugby la heredó de su papá Carlos, quien tuvo un paso por Los Pumas en la década del ’60. Junto a su hermano mellizo Manuel, quien es menor por una cuestión de segundos, se embarcaron en Newman. En ese equipo debutó en 1996 e instantáneamente ingresó en las selecciones juveniles argentinas.

Polifuncional, ya que puede jugar tanto de apertura como de centro, mezcla de talento con entrega y con una estupenda pegada; son las características del mellizo mayor de los Contepomi. En 2000 emigró al país al Bristol de Inglaterra, para jugar junto a su amigo Agustín Pichot, medio scrum emblema argentino. El pase se efectuó por la buena actuación que había tenido Contepomi en el Mundial de Mayores en Gales, en donde Argentina consiguió un histórico quinto puesto. Todavía se recuerda el pase que le dio al wing Diego Albanese, para consumar el try que significó la victoria del conjunto albiceleste ante Irlanda por los octavos de final.

     “Es uno de los mejores jugadores con los que tuve el privilegio de jugar. El espíritu que le pone al juego nos inspira”, destacó Gordon D Arcy, compañero de Contepomi en el Leinster de Irlanda, club al que pasó en 2003. En esa escuadra ganó la Liga celta en 2008 y la Heineken Cup en 2009. Además de ser ídolo y figura –mejor jugador de la liga irlandesa en 2007, entre otros logros personales-, en ese lugar pudo recibirse de médico, con mención honorífica, contando con el apoyo de su mujer Paula y de su pequeña hija Catalina.

A nivel selección, luego del mal paso en el Mundial de 2003 –Argentina eliminada en primera ronda-, se esgrimió como un pilar importantísimo del histórico tercer puesto en la Copa del Mundo de 2007 en Francia.

“Mi objetivo es el Mundial de 2011, pero llegaré hasta que el cuerpo me lo permita o hasta que deje de aportarle al equipo”, manifestó Felipe Contepomi, quien está tratando de recuperarse lo antes posible de una lesión en la rodilla izquierda para jugar en la selección y en su nuevo equipo, el Toulon de Francia. Con seriedad, profesionalismo, entrega y talento, este hincha de Independiente planea estar en la próxima Copa del Mundo para aportar sus cualidades al servicio del equipo, como tantas veces lo ha hecho y ,por lo cual, se ha convertido en capitán y emblema de Los Pumas.

Por Maximiliano Espejo





Un ídolo en el boxeo

23 09 2009
Carlos Monzón, el mejor boxeador

Carlos Monzón, el mejor boxeador

«Muchos le exigían que por ser el campeón debía hablar sin equivocarse o pensar como un intelectual. Nadie se daba cuenta de que era sólo un boxeador. El más guapo que yo conocí arriba de un ring, pero también el chico más indefenso fuera de él. Una fiera que siempre se sentía acorralada», explicó Amilcar Brusa, su antiguo apoderado, protector, padre sustituto y  entrenador de Carlos Monzón.

El boxeador nació el 7 de agosto de 1942 en el barrio de San Javier en Santa Fe. Allí vivió los primeros años de su vida y fue ahí donde comenzó su verdadera pelea, que se basaba en defenderse y subsistir a una infancia sin juguetes, de pobreza y con muchos inconvenientes. Carlos Monzón fue el quinto hijo del matrimonio entre Amalia Ledesma y Roque Monzón. Cuando era adolescente el ex boxeador expresó: “Lo mío no era el estudio y por tal motivo dejé la escuela en tercer grado. Esto me motivó y me obligó a trabajar para ayudar a mis padres. Para conseguir un mango me las rebuscaba como sodero, lechero o diariero”.

Su despegue se inició a través de un certamen para profesionales organizado en el Luna Park por Juan Carlos «Tito» Lectoure. En esa oportunidad derrotó al zurdo Eduardo Lausse, boxeador destacado e ídolo de la afición. Con ese triunfo Monzón obtuvo el derecho a combatir ante Jorge Fernández, a quien lo derrotó y consiguió el título de Campeón Argentino de peso mediano en 1966.

Uno de sus tantos rivales admitió: “Se caracterizaba por ser un boxeador flaco, erguido, sin demasiada movilidad de piernas, que se protegía en su altura y la longitud de sus brazos, pero tenía una condición que lo distinguía del resto, que era la dureza de su pegada con los dos puños. Con terrible frialdad se dedicaba a demoler a sus rivales hasta destrozarlos”.

El 7 de noviembre de 1970, en el Palazzeto Dello Sport, en Roma, Monzón noqueó al campeón Nino Benvenuti en el duodécimo asalto obteniendo la Corona Mundial de los Medianos de la Asociación y el Consejo Mundial de Boxeo. A partir de ese momento hizo 14 defensas de su título contra grandes boxeadores de la época, ganándolas todas hasta el final de su carrera en 1977. A su retiro ostentaba el récord de 100 peleas como profesional, entre ellas 87 ganadas (59 por nocauts), 10 empates y tan sólo 3 derrotas. Monzón murió el 8 de enero de 1995, en un accidente automovilístico en la provincia de Santa Fe.

Carlos Monzón fue un ídolo para su pueblo, de las dimensiones de Diego Armando Maradona, Guillermo Vilas o Juan Manuel Fangio.

Carlos Monzón y la parte negra de su vida

Hace ya veintiún años, en la madrugada de aquel verano de Mar del Plata del domingo 14 de febrero de 1988, el ex boxeador Carlos Monzón provocaba la muerte de su esposa uruguaya Alicia Muñiz tirándola por el balcón de un edificio del barrio marplatense La Florida, después de golpearla con los mismos puños que lo habían llevado a ser campeón del mundo. Los médicos forenses dijeron que Muñiz sufrió fracturas múltiples de cráneo al desplomarse contra el piso. Un año después, en un juicio que fue seguido día a día por los medios, Monzón declaró no recordar nada; pero un cartonero afirmó haber visto cómo el ex boxeador empujaba a su esposa. A pesar de que generó un debate nacional en la prensa, el ex campeón acabó condenado a 11 años de cárcel. Su buen comportamiento le sirvió para conseguir un trato especial, disponiendo de permisos de fin de semana, en uno de los cuales se apagó su vida. El 8 de enero de 1995 Carlos Monzón falleció, a los 52 años de edad, en un accidente de tránsito. Miles de personas asistieron a su funeral y en la Argentina son pocos los que lo han olvidado.

Por Adrián García Rodríguez





Nocioni, un corazón de oro

16 09 2009

 

El "Chapu", un símbolo de la generación dorada del básquetbol argentino.

El "Chapu", un símbolo de la generación dorada del básquetbol argentino.

“Volvería a jugar lesionado, porque no todos los días se pelea por una medalla para el país”. Andrés Nocioni no se arrepiente de haber arriesgado su físico en el partido por la presea de bronce disputado contra Lituania, en los últimos Juegos Olímpicos de Beijing 2008.

     Sus 201 centímetros y sus 102 kilos, sumados a su mentalidad ganadora, hacen del “Chapu” un rival temible para cualquiera que lo enfrente en una cancha. Su tez blanca, su pelo claro y su voz apacible hacen pensar que se trata de un peón de algún campo de su Santa Fe natal. Sin embargo, la actitud y la potencia puestas al servicio del equipo, lo convierten en un verdadero guerrero del básquetbol.

     Es el segundo hijo de José Nocioni y Ángela Palmira Roux y vivió en la ciudad de Gálvez desde que tenía un mes de vida. Allí fue donde comenzó a practicar el deporte que lo llevaría a ser reconocido mundialmente.

     Cuando tenía 15 años, Nocioni representaba el equipo juvenil del club Unión de Santo Tomé. León Najnudel, creador de la Liga Nacional, fue a verlo jugar y sólo observó la entrada en calor y los primeros 5 minutos del encuentro. “En el precalentamiento vi que volcaba la pelota de manera impresionante y con la facilidad de un americano. Eso me bastó”, confesó años más tarde el ex director técnico.

     Luego de sus inicios en Racing Club de Avellaneda, el “Chapu” pasó por Olimpia de Venado Tuerto, Independiente de General Pico, Ricoh Manresa de la segunda división de España y Tau Cerámica de la máxima categoría del básquetbol español, en donde obtuvo la Copa del Rey en 2002 y 2004 y las Ligas 2001/02 y 2003/04, en la que fue elegido como “Jugador más valioso”. Finalmente llegó a la NBA contratado por Chicago Bulls. Luego de cuatro temporadas y media, fue transferido a Sacramento Kings, su actual equipo.

Con la selección argentina consiguió el segundo puesto en el Mundial de Indianápolis 2002 y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 y la de bronce en Beijing 2008, como logros más destacables.

     “No podremos reemplazarlo y no tendríamos que molestarnos en buscar un jugador similar porque no existe alguien con su fuerza, talento y carácter”, manifestó Dusko Ivanovic, su entrenador en Tau Cerámica, cuando el “Chapu” partió. Quien lo dirigió durante cinco años resumió con esa frase lo que es Andrés Nocioni. Para el mundo, un basquetbolista con habilidad y potencia. Para los argentinos, uno de los deportistas con más agallas. Un corazón de oro.

 

Por Pablo Gallardo





Emanuel Ginóbili, un símbolo del básquet argentino

10 09 2009

 

   

Ginóbili, un orgullo de deportista que nos representa en el exterior.

Un orgullo de deportista que nos representa en el exterior

“A los dos años ya estaba picando la pelota. Era inquieto. Siempre necesitaba hacer algo. Además, ya tenía un espíritu competitivo”, recordó con alegría Jorge Ginóbili, el padre de la figura más importante del básquetbol argentino, Emanuel Ginóbili.

     Nació el 28 de julio de 1977, en la ciudad bonaerense de Bahía Blanca. Humilde, sencillo y desinhibido, este bahiense de un metro noventa y seis, se mostró desde pequeño muy obsesionado consigo mismo, tratando de esforzarse y mejorar. “Para todo fue igual. Buscaba tener mejores calificaciones que sus hermanos en la escuela. Sobre todo quería superar a Leandro (el hermano mayor; el otro es Sebastián). Siempre fue así: se exigió al máximo, sin que uno se lo pidiera”, manifestó con orgullo Raquel Maccari, la mamá del ídolo argentino en la NBA, la competencia más importante de básquet, en donde ha conseguido tres títulos con su equipo San Antonio Spurs.

Otra obsesión en la vida de “Manu” –su apodo- Ginóbili fue su físico, en especial su estatura. “Su altura lo mortificaba, porque era muy menudito. Se medía sobre una pared de la cocina de su casa y ponía unas marquitas para ver la evolución que tenía. Si comprobaba que no crecía se sentía muy mal. Sin embargo jamás se entregó y, está visto, superó todo, hasta las cuestiones naturales”, señaló Sergio Hernández, entrenador de la selección argentina mayor de básquet, quien conoció a Ginóbili y su familia en el Club Bahiense del Norte, en donde el escolta argentino realizó sus primeros pasos deportivos, al igual que sus hermanos.

“Lo que más disfruto de la vida es el calor de los seres queridos. Podés tener todo el dinero del mundo, pero si no estás con tu familia te sentís vacío”, señaló con un tono nostálgico el medallista de oro en los juegos Olímpicos de Atenas 2004, quien ha estado desde los 21 años fuera del país, tras haber jugado en la Liga Nacional de Básquet. Además de la NBA, ha competido en Italia, en los clubes Reggio Calabria y Kinder Bologna, en el cual fue gran figura. Pese a esa nostalgia, ha contado con la firme compañía de su esposa Marianela Oroño.

 “Es el jugador más competitivo que dirigí, porque más allá de su talento, tiene enormes ganas de ganar y un ímpetu especial que lo hace diferente a todos”, remarcó Greg Popovich, el entrenador de los Spurs. Con trabajo esfuerzo, siempre buscando una nueva meta, Ginóbili se ha ganado el respeto y la admiración de los argentinos, a los cuales ha llenado de orgullo cada vez que se calza “la celeste y blanca” para representarlos ante el mundo.

Por Maximiliano Espejo